Templos, tumbas y columnas de Palmira


El Embrujo de la capital de la Reina Zenobia

Las piedras de Palmira adquieren tonalidades mágicas según la hora del día. De un color rojizo por la tarde a amarillento al amanecer (es recomendable levantarse a esta hora para disfrutar de este bello espectáculo).





Todo adquiere tonalidades mágicas: el templo de Bel, construido en el centro de un gran temenos de 210 metros cuadrados; la célebre columnata, una de las más bellas del mundo clásico; el ágora; su elegante teatro del siglo II de nuestra era; el templo de Nabo; el templo Ba'alshamin y su sorprendente necrópolis en un valle cercano (el valle de las Tumbas) con sus famosas tumbas –casas de varios pisos.


 


 No hay que olvidar el excelente museo de Palmira con sus magníficas esculturas religiosas y funerarias. Palmira emerge súbitamente en el desierto como un oasis de ensueño.



Las magníficas ruinas de Palmira (en árabe Tadmor, “ciudad de los Dátiles”) todavía susurran la grandeza de una metrópolis que, en el siglo III de nuestra era, fue regida por su extraordinaria reina Zenobia.





Palmira constituía una parada obligada en las rutas de las caravanas llegadas desde China en su camino hacia el Mediterráneo, la famosa “Ruta de la Seda”. La ciudad cayó bajo el dominio romano en el siglo I a. C. junto con el resto de la región siria.




Su comercio y poderío militar hicieron de ella un ejemplo de pujanza desconocido hasta entonces con una bella columnata adornada de estatuas, templos, teatros y edificios de gran lujo.





En el año 270 Zenobia, que pretendía ser descendiente de Cleopatra, se reveló contra Roma tomando posesión de toda Siria conquistando un imperio que comprendía desde el Bajo Egipto hasta las montañas de Anatolia.





En el otoño del año 272 los romanos lograron capturar la reina que había conseguido escaparse después de la conquista de la ciudad por el emperador Adriano para llevarla más tarde, en el año 274, como prisionera a Roma.





Tadmor o Tadmir, (versión árabe de la misma palabra aramea "palmira", que significa "ciudad de los árboles de dátil"). La antigua Palmira fue la capital del Imperio de Palmira bajo el efímero reinado de la reina Zenobia, entre los años 266 - 272.





Un poco de historia

Junto al oasis de Afqa se produjeron los primeros asentamientos de los que se conoce su existencia de los archivos de Mari.





En la Biblia se menciona con los nombres de Tadmor y Tamar (aunque hay cierta confusión con otra ciudad cerca del Mar Muerto). Durante el predominio de los seléucidas en Siria, Palmira consiguió su independencia.



Los comerciantes de Palmira sacaron el mayor partido posible de la privilegiada posición de la ciudad para construir una red global de comercio.




En el 41 a. C. los habitantes de Palmira huyeron de las tropas de Marco Antonio al otro lado del Éufrates. En el siglo I Siria se convirtió en provincia romana y la ciudad prosperó con el comercio de caravanas al estar situada en la ruta de la seda.




Tras una visita, el emperador Adriano otorgó a Palmira los derechos de ciudad libre y cambió el nombre a Palmyra Hadriana.


Tras la captura del emperador romano Valeriano en la guerra contra los sásanidas, Palmira defendió las fronteras bajo el mando del gobernador Septimo Odenato. Tras su asesinato, su viuda Zenobia en nombre de su hijo Vabalato, estableció en Palmira la capital de su reino nabateo. Mantuvo su independencia durante seis años frente al acoso y sitio por Roma consiguiendo extender su área de influencia hasta Egipto.




En 272 fue derrotada y llevada cautiva por el emperador romano Aureliano quien la hizo tirar de un carro encadenada con cadenas de oro durante su marcha triunfal. Luego fue perdonada y se pudo retirar a una villa en Tibur. Tras una segunda revuelta de sus habitantes, Palmira fue arrasada en el 273.







Diocleciano reconstruyó Palmira aunque la nueva ciudad era más pequeña y estableció un campamento en sus cercanías como defensa contra los sasánidas. En el año 634 fue tomada por los musulmanes y en el 1089 fue completamente destruida por un terremoto.




La principal atracción de Palmira son las ruinas, entre las que se destaca el templo de Bel. Edificado en el año 32 después de Cristo, fue consagrado al culto de Bel, derivación del término babilónico Baal, que significa amo. Era el dios supremo de los habitantes de la ciudad, el dios de los dioses. En el templo, que fue transformado en iglesia en el siglo IV, se hacían sacrificios de animales.




A pocos metros del templo comienza una gran columnata de 1200 m que era el eje de la vieja ciudad, que llegó a tener cerca de 200.000 habitantes (número enorme para una ciudad de aquella época). Entre las columnas, por la amplia calle, transitaban los animales, y debajo de las columnas había veredas para el tránsito de las personas.




A los lados de la extensa columnata hay una serie de ruinas en mayor o menor grado de conservación: el templo de Nebo, deidad babilónica; el templo funerario; el campamento de Diocleciano, que antes había sido el palacio de la reina Zenobia; el teatro y, entre otros, el ágora, donde se realizaban operaciones comerciales y se discutía. Un poco alejado de la columnata hay un hermoso templo cuya función no se conoce con exactitud, pero el edificio se conserva muy bien.




  
Saliendo de la ciudad, adentrándose un kilómetro en las montañas, hay un sitio de paisaje inquietante y desolador, con construcciones como torres cuadradas y macizas. Es el valle de las tumbas. Hay tres tipos de tumbas y fueron construidas en los tres primeros siglos de esta era. Algunas de estas construcciones podían llegar a albergar hasta 500 cuerpos.




Los arqueólogos han demostrado que las tierras alrededor de Palmira no eran un desierto, sino más bien una estepa, con raíces subterráneas de hierba que evitaban que la lluvia se hundiera bajo el suelo. El agua de lluvia se acumulaba en arroyos y ríos intermitentes llamados wadi. Los arqueólogos reunieron pruebas de que los residentes de la antigua Palmira y de los pueblos cercanos recogían el agua de lluvia mediante represas y cisternas. Eso proporcionaba a los pueblos de los alrededores agua para los cultivos y les permitía proveer a la ciudad de alimentos; el sistema de recogida de agua garantizaba un suministro estable de productos agrícolas y evitaba una catástrofe durante las sequías.


Los agricultores locales también cooperaban con las tribus beduinas que conducían sus rebaños de ovejas y cabras dentro de la zona para pastar durante la temporada de calor, fertilizando los campos de los agricultores en el proceso.

Zenobia, la Reina de Palmira

La historia de Palmira ha quedado ligada para siempre a su bellísima reina Zenobia (266-272) que, aparte de su ambición política y de considerarse a sí misma descendiente de Cleopatra, era culta y cortesana.





Palmira floreció aprovechando el desplazamiento de las rutas caravaneras más hacia el norte que hizo decaer a Petra, llegando a su apogeo en los siglos I, II y III de nuestra era.


Los beduinos seminómadas se convirtieron en acaudalados comerciantes, que emplearon esta riqueza en erigir templos y una ciudad, cuyos restos aún hoy cortan la respiración por su grandiosidad, belleza y lujo. En la actualidad, una visita a Palmira, cuyas columnas adquieren distintos colores según la hora del día, envuelve al visitante en un halo de misterio y le conduce hacia una experiencia atemporal.




Septimia Bathzabbai Zainib, más conocida como Zenobia (23 de diciembre 245-274), fue la segunda mujer del príncipe Odenato de Palmira y reina del Imperio de Palmira entre 267 y 272. Odenato (castellanización del nombre Odenat) era un príncipe cliente del Imperio romano, pero fue asesinado en el 267 y entonces Zenobia tomó las riendas del poder a nombre de su joven hijo heredero.


Aprovechando las disputas en el interior del imperio por la corona del mismo, el reino de Palmira se sublevó e intentó crear su propio imperio con la intención de dominar a los dos que le flanqueaban, el romano y el sasánida. También tenían el incentivo de aprovechar el vacío de poder que el Imperio sasánida aún no había alcanzado a llenar.

Las campañas militares de Zenobia le permitieron crear un imperio que abarcaba toda el Asia Menor e incluso logró tomar Egipto con sus tropas en el año 269, ya que allí se había levantado un posible candidato al trono romano. Zenobia logró deponer al pretendiente y reclamó la corona del imperio para su hijo.



Gobernó Egipto hasta el año 272, cuando fue derrotada y enviada como rehén a Roma por el emperador Aueliano. A partir de este momento, el destino de Zenobia parece confuso. Existen múltiples teorías desde que una enfermedad acabó con la vida de Zenobia, hasta que fue una huelga de hambre o una decapitación la causa de su muerte.


La versión más optimista cuenta que Aureliano quedó tan impresionado por Zenobia que la liberó, otorgándole una villa en Tibur (actual Tívoli en Italia) donde se convirtió en una filósofa destacada de la alta sociedad, viviendo con sus hijos.

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