viernes, 20 de julio de 2012


Damasco y Aleppo, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO
 
Las dos ciudades son verdaderas joyas turísticas de enorme interés para el viajero más exigente, ambas fueron declaradas patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Damasco, la capital de Siria, conocida desde el año 2500 a. C, es la ciudad continuamente habitada más antigua del mundo. Entre sus multiples atractivos turísticos sobresale la tumba de Saladino, el célebre defensor de Tierra Santa durante la época de las cruzadas.
 

 
 
 
 La capital de Siria conoció diversas épocas de oro: en el siglo VII, por ejemplo, cuando dejó de estar en manos de la Roma de Oriente, Bizancio y pasó a ser la sede de un imperio musulmán; de aquella época es la mezquita de los Omeyas. En cuanto a Aleppo, es otra de las más antiguas de la región, conocida en la Antigüedad como Khalpe y Beroea para los antiguos griegos.






Históricamente, se dispone de documentos según los cuales existe población en la ciudad desde al menos el 1800 a. C., según las fuentes hititas. Aleppo se encuentra en una posición estratégica a mitad de camino en la ruta comercial que une la costa mediterránea y el Eufrates.
 
 
 Siria, cuna de civilizaciones milenarias

Siria es un país cargado de cuentos y leyendas de otros tiempos que retiene todavía todo el encanto de aquel Oriente que atrajo a los viajeros de siempre.


Entre Oriente y Occidente, de la remota antigüedad al Cristianismo y al Islam, el país posee un impresionante conjunto de tesoros culturales, hasta el punto que cabe calificarle como un “Museo al aire libre” aun cuando cuente con portentosas instituciones de tal denominación. Mezquitas, palacios, fortalezas, ciudades, ruinas grandilocuentes...etc.  Su antigüedad se puede sentir a orillas del Eufrates fumando una narguila, a la sombra de un jazmín o tomando un té en una tienda beduina en el silencioso desierto donde mejor se aprecia la majestad del tiempo.


Es una tierra que embruja por sus bulliciosas ciudades con interminables zocos de aromas a especias y perfumes, por sus elegantes casas - palacete con fuentes y rosaledas, por sus antiquísimas mezquitas e iglesias, por sus imponentes fortalezas medievales y como no, por su población una de las más hospitalarias de Oriente Medio.




Deliciosa gastronomía basada en la dieta mediterránea y productos de calidad, servicios de guías de habla hispana profesionales y transporte de lujo de primer orden; así como hoteles de categoría internacional completan la oferta turística de este maravilloso país, que además es un verdadero paraíso para las compras.

Damasco y Aleppo, ciudades cargadas de historia
Entre todas las urbes sirias destacan dos con nombres casi de leyenda: Damasco y Aleppo cuyas ciudades viejas, auténticos museos al aire libre y verdadero cofres de tesoros de gran valor histórico- artístico, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


Ciudades embrujantes y llenas de magia
Tal es la riqueza del legado que atesora Damasco entre sus murallas que lo más recomendable es perderse y dejarse impregnar de su encanto, sin buscar nada específico. En Aleppo, con su sencillo trazado urbano, es un placer descubrir la ciudad desde lo alto de su imponente ciudadela o vagar por las calles del barrio de Jdaideh donde se pueden visitar casas-palacetes (siglos XVII y XVIII), algunas convertidas hoy en hoteles o restaurantes con encanto. 






También se pueden descubrir históricas iglesias y mezquitas, ricos museos y fabulosos zocos, los más pintorescos de todo Oriente Próximo (el de Aleppo se extiende por más de 13 km). Estos zocos constituyen un conjunto de mercados cubiertos donde cabe de todo: caravansares (posadas de caravanas), madrasas (escuelas coránicas), mausoleos, mezquitas, hammams (baños), etc.




Casas – palacete damascenas
Diseminadas por la ciudad vieja de Damasco (también en Aleppo), ocultas tras unas fachadas que en la mayoría de las veces pasan desapercibidas, se pueden descubrir más de 300 deliciosas casas-palacete, construidas entre los siglos XVIII y XIX, algunas con más de 18 habitaciones.



 


Estas grandes obras de arte sirio-oriental ofrecen estancias (habitaciones) cuajadas de exquisita marquetería multicolor y patios con fuentes, decorados de mármoles donde las fragancias de rosas, jazmines y azahar flotan en el aire. Hoy gran parte de estas maravillas arquitectónicas están siendo convertidas en pequeños hoteles con encanto, en fabulosas tiendas de antigüedades, restaurantes o escuelas de artesanía.





Cafés y restaurantes con encanto
Tras una mañana repleta de visitas por las ciudades antiguas de Damasco o de Aleppo lo más recomendable es almorzar en uno de los encantadores restaurantes alojados en las elegantemente restauradas casas- palacetes de estas fascinantes ciudades sirias. También al final de una larga jornada descubriendo sus atracciones turísticas apetece sentarse a tomar un té, un café o fumarse un narguile (pipa de agua) de tabaco con sabor a manzana o fresa, en uno de los tradicionales cafés que se conservan detrás de la mezquita de los Omeyas o enfrente de la Ciudadela de Aleppo.




El Hammam, una experiencia única
En Siria todavía es posible disfrutar de un relajante baño en históricos Hammam (baños), una experiencia única. En Aleppo: Hammam al Nasri, restaurado en 1985 por el gobierno sirio siendo uno de los mejores del país. En Damasco: Hammam Nur Ed Din (edificio del siglo XII), el mejor de la ciudad, que fue restaurado recuperando su función original y Hammam Al Qishani, situado cerca de la gran mezquita de los omeyas.




miércoles, 11 de julio de 2012

Damasco, capital de los Omeyas

Dicen que el profeta Mahoma nunca llegó a entrar a Damasco ya que al observar la ciudad desde el monte Qasiún (o Jebal Qassioun) dijo que “al paraíso sólo se accede una sola vez y que quería esperar al otro”.
  

Todavía hoy, al atardecer, la vista panorámica de la ciudad con sus famosos huertos y jardines (conocidos como “Al Gouta”) desde lo alto del monte Qasiún es simplemente espectacular. Es el momento en que toda la ciudad se ilumina y muchos de sus habitantes acuden a pasear o a sentarse en uno de los bares y restaurantes que pueblan el monte.


Un poco de historia

Fundada en el tercer milenio antes de Cristo, con vestigios que datan de la Edad de Cobre, entre 10,000 y 8,000 años a.C. A lo largo de su prolongada historia Damasco ha sido influenciada o conquistada por egipcios, arameos, asirios, griegos, romanos (fue también uno de los primeros lugares de difusión del cristianismo), bizantinos, árabes, mongoles, mamelucos y otomanos. Sus laberínticas calles, sazonadas con fragancias de especias y salpicadas de cientos de monumentos, son un crisol de historia, un muestrario de estilos arquitectónicos y artísticos, un festín para los sentidos.


Diversas denominaciones de credos católicos, ortodoxos y musulmanes encuentran cobijo en numerosos e impresionantes templos. A finales del II mile­nio a. de C. la ciudad se convirtió en la capital de un reino arameo que cayó bajo el poder, primero de Israel (hacia el año 1000 a. de C.) y más tarde independiente pero siempre poderoso. Durante el siglo VIII a de C. los asirios sometieron e hicieron tributario al reino, cuya capital conquistaron en el 732 a. de C.


La ciudad estuvo dominada sucesivamente por los imperios babilónico y persa, y tras la batalla de Issos (333 a. de C) se he­lenizó rápidamente. Conquistada por Pompeyo, a partir del año 62 a. de C. se incorporó a la provincia romana de Siria bajo el gobierno de Trajano.     
                                             
Damasco, La Perla de Oriente de Justiniano

La Perla de Oriente de Justiniano y la capital del glorioso imperio Omeya, Damasco fue convertida en una referencia obligada de califas, literatos y mercaderes. En esta ciudad confluían la mayoría de las rutas comerciales llegadas de China, Persia y del Lejano Oriente, así como las del sur de Arabia.



Considerada por los historiadores como la ciudad más antigua del mundo ininterrumpidamente habitada Damasco, cuyo casco antiguo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979, conserva innumerables monumentos y lugares históricos y religiosos de interés tanto para cristianos como para musulmanes.


Entre los primeros destacamos la capilla de San Ananías, la capilla de San Pablo (Bab Kisan), la tumba de San Juan Bautista en el interior de la mezquita de los Omeya (donde se guarda su cabeza) y numerosas iglesias repartidas por toda la ciudad.






Entre los monumentos islámicos figuran la Gran Mezquita de los Omeya (la primera mezquita congregacional del Islám, año 705), la tumba de Saladino, la Tukiya Suleimaniyeh e incontables mezquitas y madrasas (escuelas coránicas) de todas las épocas, así como bellas mansiones y palacetes de los siglos XVII y XVIII como el palacio Azem (año 1734) , uno de los más bellos de Siria.
 


Por otra parte, cabe destacar los distintos museos de la ciudad, como el Nacional (el más celebre del país), el Histórico de Damasco, el de Medicina, el militar y el de Caligrafía, así como sus zocos antiguos donde se puede comprar de todo.



A grandes rasgos, Damasco está dividida en dos partes: la ciudad antigua, donde se agrupan los atractivos de esta capital con 6.000 años de existencia, que ya aparece mencionada en textos de hace cuatro milenios y medio y la ciudad nueva, con sus edificios y paseos modernos.

LA CIUDAD ANTIGUA

La Ciudad Antigua de Damasco ocupa una superficie de 135 hectáreas, y estaba rodeada por una muralla romana, de la que perduran los lados norte y este, y parte del lado sur. Se conservan ocho puertas, de las que la más antigua, Bab Sharqi, se remonta al período romano. Durante la época romana la ciudad era tan grande como la misma Roma y diez veces más grande que París y hasta hoy en día su casco viejo supera en dimensiones el de cualquier ciudad europea.


La Via Recta fue en su origen el decumano de la Damasco romana; se extendía a lo largo de 1500 metros. Hoy en día, corresponde a la calle Bab Sharqi y al zoco cubierto Midhat Pasha, uno de los más importantes de Damasco. La calle Bab Sharqi, llena de pequeñas tiendas, conduce al viejo barrio cristiano de Bab Tuma; al final de la calle se encuentra la Casa de Ananías, una capilla subterránea. Aunque la ciudad aún conserva vestigios romanos y bizantinos, la mayor parte de los 125 edificios y monumentos incluidos en la declaración de la UNESCO corresponden al arte islámico.



Las Puertas de la ciuadad antigua:
En el sentido de las agujas del reloj, empezando por el norte, son:

Bab al-Faraj (Puerta de la liberación).
Bab al-Faradis (Puerta del paraíso).
Bab al-Salam (Puerta de la paz), como las dos anteriores, en el lado norte de la muralla.
Bab Tuma (Puerta de santo Tomás), en la esquina nordeste.
Bab Sharqi (Puerta del este).
Bab Kisan, en el sureste, por donde, según la tradición, San Pablo huyó de Damasco, descendido de las murallas en un cesto; en esta puerta, hoy cerrada, existe una capilla que recuerda el suceso.
Bab al-Saghir (Puerta pequeña), en el lado sur.
Bab al-Jabiya, en el suroeste, a la entrada del zoco de Midhat Pasha.





La Gran Mezquita Omeya

La gran mezquita de Damasco fue construida a principios del siglo VIII (hacia 705) por el califa omeya al-Walid, que a través de su emplazamiento, sus grandes dimensiones y su amplio repertorio decorativo pretendió reflejar el prestigio de la dinastía omeya y testimoniar la superioridad del Islam sobre las religiones precedentes.


La belleza de esta mezquita, de paredes revestidas de mármoles y mosaicos vidriados de oro y plata se hizo legendaria en todo el mundo islámico.




Los restos que aún se conservan en el patio dan buen testimonio; en ellos se reproducen exuberantes paisajes de vergeles, llanuras y ríos entre los que se elevan magníficos palacios y ciudades.La mezquita es uno de los lugares santos del Islam.


El inmenso patio de 122 metros de largo, tapizado de lozas que pertenecieron a un monumento romano, ofrece varias exquisitas decoraciones. Entre ellas, la del tesoro, una construcción que se yergue sobre columnas y que se utilizaba para almacenar el oro del Estado.


La sala de oración de la mezquita contiene una tumba, la de Juan el Bautista, caso excepcional en el Islam y vestigio de la antigua basílica de san Juan Bautista. Según la tradición local, el minarete más alto de la mezquita, llamado minarete de Jesús, marca el lugar donde el Mesías volverá a la tierra el día del juicio final.

Mausoleo de Saladino

Es un sobrio edificio de planta cuadrada y bóveda roja, que linda con la Gran Mezquita de los omeya y albergar los restos mortales de un gran hombre conocido por su gran humildad, Saladino. Genio militar que unificó al pueblo árabe y lo abanderó en la lucha contra los Cruzados allá por el siglo XII. Este tipo de mausoleo de base cúbica de piedra, unido mediante trompas alveolares con la cúpula de ladrillo, se repetirá durante tres siglos.


En su interior se conservan dos sarcófagos: uno de madera de nogal, bellamente esculpido es el original de Saladino; el otro de mármol data de finales del s. XIX y fue regalo del káiser Guillermo II de Alemania como forma de rendir homenaje al gran caudillo musulmán y sentar las bases de una alianza política germano-turca.

Palacio Azem

Fue construido entre 1749 y 1752 por el gobernador otomano de Damasco, Assad Pacha Al Azem. Constituye un importante ejemplo de palacio otomano tardío de Siria. En la actualidad alberga el Museo de Arte y Tradiciones Populares.



Fiel a la tradición islámica rehuye la ostentación al exterior y presenta un aspecto sobrio de cara a la ciudad, pero en su interior todo emana refinamiento, lujo, ostentación y belleza: estanques y jardines, pavimentos y muros revestidos con mármoles de diferentes colores, bellos arcos peraltados coronados con capiteles de mocárabes, una compleja, intrincada y rica carpintería de puertas, ventanas, postigos, paneles y techos; todo atestigua el alto nivel, tanto de vida de sus ocupantes, como de la categoría de los artesanos damascenos.

Khan Assad Pashá

El más sublime de los khans damascenos. Mandado edificar por el gobernador otomano de Damasco a mediados del siglo XVIII, para dar albergue a los mercaderes y sus mercancías. Su espectacular diseño le convierte en uno de los caravansares más impresionante del arte islámico.


La entrada desde el zoco se realiza a través de una bella puerta de piedra multicolor rematada en mocárabes. Su belleza es un anticipo de la grandiosidad, austeridad y exquisito diseño decorativo y arquitectónico de su interior.

Suq Al Hamadiyé
  
Es el mercado cubierto más importante de la ciudad Este zoco, tal y como hoy lo conocemos, es el resultado de la reforma urbanística que en el año 1870 llevó a cabo el gobernador otomano de la ciudad, Rashid Nasha Pasha, quién ordenó ensanchar la calzada, levantar comercios de dos plantas a ambos lados de la calle y techarla con una bóveda de hierro forjado perforada con orificios que crean la hermosa ilusión de un cielo estrellado.



Esta calle de origen romano, transformada en un bullicioso pasaje, nos lleva hasta el corazón de la antigua ciudad, hasta la Gran Mezquita Omeya.




Casas-palacete de la ciudad antigua

Todo el encanto del viejo Damasco ha quedado atrapado en sus mansiones de los siglos XVII y XVIII, detrás de pequeñas puertas de madera que obligan al visitante a inclinarse para poder pasar por ellas.




Ahora gran parte de estas maravillas arquitectónicas se han convertido en pequeños hoteles con encanto, en fabulosas tiendas de antigüedades, restaurantes o escuelas de artesanía, que envuelven al visitante en una atmósfera mágica del viejo Oriente.


Estas grandes obras de arte sirio-oriental ofrecen estancias (habitaciones) cuajadas de exquisita marquetería multicolor y patios con fuentes, decorados de mármoles donde las fragancias de rosas, jazmines y azahar flotan en el aire.


Diseminados por la ciudad vieja de Damasco (entre sus murallas antiguas), ocultas tras unas fachadas que en la mayoría de las veces pasan desapercibidas, se pueden descubrir más de 300 deliciosas casas-palacete, construidas entre los siglos XVIII y XIX, algunas con más de 18 habitaciones.


Beit Jabri: Construida en 1737, Beit Jabri, con sus 23 habitaciones, es un ejemplar perfecto de la arquitectura damascena, que no se encuentra en ninguna otra ciudad ni dentro ni fuera de Siria. Un enorme patio soleado, con una fuente de agua en su centro, da acceso al "liwán", un cuarto abierto con techo en forma de arco, que debe estar siempre en el sur de la mansión, o por donde no pase el sol, para tener así una temperatura fresca. Los dormitorios, que ahora funcionan como compartimentos adicionales de los cafés para proporcionar más privacidad, siempre están en el segundo o el tercer piso de la vivienda de forma que se encuentren alejados del ruido.



Hasta el color del suelo, ajedrezado en blanco y negro, es elegido para absorber y expulsar el calor, y así mantener agradable el clima de la casa. Tampoco faltan nunca los espejos, los naranjos, las terrazas de hierro forjado, las lámparas de cristal coloreado, las paredes de mosaico y los techos de madera de nogal inscritos con poesía árabe para redondear el ambiente. Ante la dificultad de cuidar estas casas tan grandes, varias familias sirias aristócratas como los Jabri - una familia de poetas, escritores y gobernadores - las abandonaron en el siglo XX y se mudaron a otras viviendas más pequeñas de Damasco. Ahora, estas casas ofrecen su espacio tanto a sirios como a turistas para que fumen una "narguila" o coman un plato damascense típico, con las canciones de la libanesa Fayrouz o la egipcia Um Kalsum de fondo.

El Hammam, una experiencia única 

En Siria todavía es posible disfrutar de un relajante baño en históricos Hammam (baños), una experiencia única.



En Damasco: Hammam Nur Ed Din (edificio del siglo XII), el mejor de la ciudad, que fue restaurado recuperando su función original y Hammam Al Qishani, situado cerca de la gran mezquita de los omeyas.

Damasco cristiano

La ciudad es actualmente sede de tres de los cinco patriarcados orientales que reclaman la sucesión histórica de la sede de la antigua capital siria, Antioquía: el Patriarcado Greco-Ortodoxo (Iglesia de Antioquía), el Patriarcado Greco-Católica Melquita y el Patriarcado Sirio-Ortodoxo Jacobita.

Siguiendo por la antigua Vía Recta de San pablo y después de pasar por la Catedral de Santa María (o Mariameh), sede del Patriarcado ortodoxo y otras hasta llegar a la capilla de San Ananías, él que le curó de ceguera a San Pablo.


Hay que bajar las escaleras para llegar al nivel de la antigua casa en la época romana, eso te da a entender la altura que estaba antes la calle, como a lo largo de los siglos ha subido la superficie de la ciudad.


No lejos de la Puerta Este (Bab Charqi), se halla Bab Kisan, la iglesia alojada en una parte de las murallas por donde huyó San Pablo en una cesta.



LA CIUDAD MODERNA

Museo Nacional de Damasco 

Alberga los hallazgos arqueológicos desenterrados en Siria a lo largo de los últimos dos siglos.


Recorriendo sus salas podremos retroceder en el tiempo “visitando” los yacimientos de Mari y Ebla, ciudades emblemáticas de la antigua Mesopotamia que florecieron hacia el 2500 a. C., “descubrir” las tablillas en escritura cuneiforme que contienen el primer alfabeto de la Historia de la Humanidad halladas en Ugarit.




No menos importantes son las piezas helenísticas, romanas, paleocristianas y bizantinas. Especial interés suscita el Hipogeo de Yarhai, trasladado piedra a piedra desde el Valle de las Tumbas de Palmira y la Sinagoga del siglo II, de Dura Europos.


Complejo de la Tekkiye Suleimaniye.

Data del siglo XVI y consta de mezquita, khan (caravansar) y madrasa. Fue concebido con el propósito de acoger a los peregrinos que se dirigían a La Meca. El propio sultán otomano Solimán el Magnífico encargó la obra a Sinán (el arquitecto otomano de mayor renombre) y éste se propuso complacer a su soberano diseñando una mezquita que fundiera influencias otomanas y árabes, con el fin de reflejar el crucial papel de Damasco como encrucijada comercial y eje del peregrinaje entre Estambul y La Meca.



Sinán consiguió su propósito: a través de la cúpula que corona la sala de oración, a través de los esbeltos alminares y del sentido de la proporción trasmitió los rasgos típicos de la arquitectura otomana, pero también reflejó los gustos arquitectónicos locales alternando piedra caliza y basáltica en el pórtico de la magnífica Mezquita de Solimán. Cerrando el patio de la mezquita edificó una serie de salas independientes, pero adosadas; cubiertas cada una con cúpula y dotadas de chimenea, para albergar a los peregrinos.


La Madrasa fue añadida a la mezquita bajo el reinado de Selim II, sucesor de Solimán. Hoy es un pequeño mercadillo de artesanía, donde los artesanos venden y elaborar sus productos. Sus talleres ocupan hoy las celdas donde los eruditos islámicos impartieron en otros tiempos las enseñanzas del Corán, pero todavía queda intacta la sala de oración rematada con una elevada cúpula.

La Rosa Damascena 

La llamada “Rosa Damascena”, sus esencias, su perfume y sus aceites han llevado desde siempre el nombre de Damasco a todas partes del mundo. Está plasmada en mosaicos en los pasillos de la Alhambra de Granada y ha llegado hasta el famoso “Valle de las rosas” en Bulgaria.


Según cuenta la historia un caballero de la Sexta Cruzada llevó con mucho cuidado de regreso a su país de origen, en 1238, un esqueje de la “Rosa Damascena” que vino a ser la “rosa de Provins”. Dos jóvenes franceses llevaron, en 1968, de vuelta a Damasco, una planta del mismo género siguiendo el mismo itinerario pero a la inversa, para rendir homenaje a la ciudad origen de su rosa.